Encontramos un ser que nos quiso contar su vida. Me dice que la vida no tiene sentido definible. Cada segundo por venir es una elección de última hora o la realidad inevitable (por pasado inmediato) de una posibilidad entre millones. De este modo, cada suceso fue tan improbable como el que no llegó a ocurrir o tan probable como los millones que aún pueden ocurrir.
Pero al menos, hemos conseguido saber dónde habita. ¿Quién? La Biosfera. ¿Dónde? Bajo la piel de una hoja arrugada y amarilla, en el esponjoso negro de lo que se descompone para darnos otra oportunidad de elegir un camino diferente. Todo empezó alguna vez. Alguna vez todo empieza. Y acaba. Sí. Pero no sabemos. Siempre acaba. No. Siempre cambia.
¿El qué? La delgada piel de una hoja arrugada y amarilla, entre la muerte y el nuevo alimento de los hongos y luego de las mismas plantas. ¿Otra vez las hojas? No tiene sentido. Es hermosa, en cambio. No. Es aún mejor. Es única. ¿Cuándo nació? Cuando nació todo, ella no es más que la realidad hoy inevitable de una posibilidad que hubo entre millones en un momento, para nosotros, afortunado. ¿Somos entonces esclavos de lo que pasó por no haber sido otra cosa? No. Somos Libres porque nada nos dice cuál es la dirección que habremos de tomar.
¿Cómo se llama esa hoja? “BIOSFERA”, nos dijo.
¿Dónde está? Y nos dijo: “SOY YO”.